“Si lo quiere saber todo de Andy Warhol, basta con que se quede en la superficie”. Lo dijo él mismo, en una de las llamativas entrevistas recopiladas en un libro que acaba de sacar al mercado Kenneth Goldsmith.
‘Andy Warhol. Entrevistas (1962-1987)’ es un compendio de la astucia warholiana, siempre capaz de descifrar la lógica del capitalismo y los medios de comunicación, como explica Francisco Camero en el Diario de Sevilla. Su contribución a la transformación de la obra de Arte en mercancía, y su demolición de la imagen del creador como depositario de un fuego sagrado forman parte de un legado que trasciende el ámbito del Arte.
Las entrevistas que ahora publica en español Blackie Books se realizaron en los años 60, 70 y 80. Todas dejan ver el empeño de Warhol en conservar su "misterio", quizás porque "la gente sólo tiene glamour cuando no la ves". "Apenas hablo o cuento cosas en las entrevistas; la verdad es que ahora mismo no estoy diciendo nada”.
Warhol no tenía una gran opinión de los periodistas, que “saben qué quieren decir de ti, y saben qué piensan sobre ti, incluso antes de hablar contigo, de modo que sólo intentan confirmar lo que ya han decidido que van a poner".
Buena parte de sus declaraciones invitan a calibrar el grado de autoconciencia con el que Warhol se ocultaba tras esa máscara vacía. Se esforzaba tanto en trabajar el registro banal que “la experiencia de leer no pocas de estas entrevistas es efectivamente banal”, en opinión del crítico. De hecho, una de las entrevistas más sustanciosas del libro, aporta la paradoja de que “las preguntas resultan más estimulantes que la mayoría de las respuestas”. Se refiere Francisco Camero a la que realizó en 1984 Barry Blinderman, de la revista Arts.
Y es que el triunfo de Andy Warhol fue tan rotundo que buena parte del trabajo se lo hicieron los demás. Los espacios en blanco de su discurso, deliberadamente vacuo, los completaban periodistas, críticos y exégetas, que se ofrecían con pasión a amplificar e interpretar los mensajes que emitía con vocecilla inaudible y gestos apáticos el oráculo esquivo de la modernidad. "¿Por qué no me dice la respuesta y así saldrá naturalmente de mis labios?", espetó en una ocasión a uno de sus esforzados interlocutores. (FUENTE: Diario de Sevilla, 17/12/2010)
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