En el Museo del Prado de Madrid se encontró una réplica de la Gioconda de Leonardo da Vinci cuya pintura se atribuye a uno de sus dos alumnos preferidos, Andrea Salai o Francesco Melzi. Se habría pintado al mismo tiempo que el original. Se trata de uno de los descubrimientos más importantes de la Historia del Arte, que tanto expertos del Prado como del Louvre han aceptado como oficial.
Hasta ahora en el Museo del Prado (España) creían exhibir en sus paredes una de las innumerables réplicas de la Mona Lisa. Del mismo tamaño, eran casi idénticas, salvo por tres detalles: el fondo era negro, la mujer tenía cejas y se veía más clara. Desde hace dos años el Louvre planeaba montar una gran exposición sobre Leonardo y les pidieron a sus colegas que restauraran y estudiaran La Mona Lisa del Prado. Fue así como los técnicos, levantando capas de pintura de la obra, descubrieron que el cuadro tenía paisaje. Este había permanecido oculto tras pinceladas negras, incorporadas a la pieza unos 200 años después de ser terminada. El paisaje descubierto por los técnicos era “extraordinariamente similar” al de La Gioconda original. Por lo que dedujeron que no era una copia más sino que fue realizada en el taller del genio del Renacimiento, seguramente por un discípulo, y al mismo tiempo que se plasmaba La Gioconda. Ahora la incógnita es la identidad de la dama retratada porque, a pesar de su pasmoso parecido con la “original”, es claramente más joven.
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